El Slow Boat a Luang Prabang
Amanece sobre Laos y, tras pasar la frontera desde Tailandia, nos embarcamos en un viaje de dos días entre un montón de gente.
Como os he dicho antes, es una experiencia que tenéis que probar. No por ir en el barco, ni por ver los paisajes -que a mí me parecieron bastante monótonos- sino porque es un evento social, es como un botellón o una sidrería vasca. Estás ahí 8 horas encerrado con tres tipos de gente: Los locales que por lo general no tienen ningún interés en tí, los locales que tienen mucho interés en tí porque te quieren vender cerveza, noodles instantáneos, y todo lo que llevan en el barco, y los turistas que están como tú, igual de encerrados, e igual de conscientes de que ahí o bebes y charlas o duermes y te amargas.
Así que en la primera hora todo tranquilo, pero en la segunda hora, la gente empezó a tirar de botellas grandes de BeerLao -la sucesora, cien veces mejor, de la Chang en Laos- y empezamos a charlar todos con todos durante lo que duró el viaje, tras el cual ya el exceso de birra era evidente pero bueno. Aún así se disfruta. El segundo día en el barco no es lo mismo: La gente que has conocido en el barco es la gente con la que sales a beber esa noche, y al día siguiente tanto darle a la botella pasa factura, así que la gente tarda más en animarse. Además, las últimas horas se hacen largas y ya tienes ganas de llegar. Al ir a coger el barco el segundo día, resulta que había muchos más locales en los dos barcos que habíamos llevado el día anterior. No sé si se subió más gente, o símplemente que el tercer barco -que estaba allí parado- no lo querían mover. El caso es que ante la perspectiva de estar 8 horas en un suelo duro de madera, algunos turistas se rebelaron y tomaron el tercer barco en señal de protesta. Perdimos un buen rato esperando a ver si les fletaban el tercer barco o qué. pero al final salimos sin ellos.
La verdad, la gente se quejaba de que estaban perdiendo tiempo de viaje porque los otros estaban protestando, pero yo veía el reflejo de las protestas políticas: Unos se quejan por algo que está mal, mientras otros les recriminan que sus acciones les están molestando y que los dejen. Al final, quien tiene que apoyar al que protesta, es el que se pone en contra y le intenta parar. Sentí asco por algunas de estas personas.
Cuando llegas a Luang Prabang no llegas a Luang Prabang, sino a diez kilómetros que tienes que recorrer en Tuktuks que ya te están esperando -cómo no- a la llegada. Al menos el precio es fijo y relativamente barato. Igualmente es indignante, porque antes los Slow Boat llegaban al pueblo, y de hecho yo con mis ojos he visto llegar a slow boats idénticos a 20 metros del hotel donde nos quedamos.
Pero bueno, ya sabemos que esto es un sacacuartos continuo y el turista sólo es un saco que aporrear continuamente para seguir sacándole las monedas, como en un videojuego.
En fin, llegamos a Luang Prabang y nuestro alojamiento lo encontramos necias a unos chavales que vinieron con nosotros en el Tuktuk, conseguimos un buen precio, y dejamos nuestros bártulos.
Al fin estaba en Laos y me esperaba un montón de cosas -más- que ver.
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