Bangkok

Tras dos vuelos, un taxista jeta, y una maleta que se quedó en Moscú a hacer más turismo que yo, ya estoy en Bangkok.

Ya estoy aquí. Tras dos largos viajes en avión -el corto, más largo que el largo, que pasé dormido-, una maleta perdida y un conductor de taxi que ya ha intentado jugármela -ay golfo, te pensabas que no iba a destapar el taxímetro para ver cuál era el precio real de la carrera-.

Estoy en Phiman Riverview Guesthouse, justo al lado del río, a unos 10 minutos de Khao San Road y un poco más de todo el mogollón de cosas turísticas. Y digo esto porque ya he pasado por Khao San, y me alegro de no haberme quedado allí, porque lo cierto es que es un gran mercadillo.

Es más, todo en Bangkok me recuerda a un gran mercadillo, excepto las callejuelas. Las callejuelas recuerdan a la vida en los campings, donde la gente está fuera de sus caravanas haciendo las cosas, y puedes ver perfectamente lo -poco- que tienen dentro.

En todos lados puedes comprar comida, en muchos bebida, y en algunos, otras cosas. Los tuk-tuk se te tiran al cuello cuando ven tu cara de turista y la cosa se acentúa más si vas con la cámara de fotos. Mi consejo: No les mires a los ojos, ni te pares en la acera o te asaltarán con su sota-caballo-rey de preguntas: De dónde eres, cuándo llegaste, cuándo te vas, cuánto tiempo por Tailandia, BarcelonaMadrid. Y así.

Pero luego hay otras cositas.

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