En 2009 comenzaba mis andanzas en el mundo de los blogs de viajes. Aunque no en el mundo de los blogs. Hace ya años que estoy maravillado con la publicación personal y las maravillas de poder montarse uno una plataforma de publicación a su medida.
En cinco años, mucho ha cambiado en este blog y mucho he cambiado yo personalmente. Viajar sin Destino me ha permitido conocer a gente estupenda (Ignacio, Pak, Ainara, Víctor, por comentar algunos), conseguir trabajos alucinantes (un año en minube es de todo, menos aburrido, y que conseguí después de escuchar a toda pastilla a la Carrá con Flapy y Joan Planas), y gracias a él he visitado algunos lugares increíbles. Pero increíbles de verdad.
Y por supuesto, como en todo buen viaje he comido bien. Súper bien.
Y mejor no hablamos de la cantidad de vinos que he probado, y las bodegas que he conocido. A pesar de ser más de cervezas.
Queda más, y mejor
Es curioso porque a pesar de que el blog se llama “Viajar sin Destino”, los destinos ahora tienen una gran relevancia en todo el sitio (mucho se ha visto en España y Tailandia). Y cada vez van a tomar más, sobretodo lugares donde dormir o lugares donde comer. Las cosas que me acaban preguntando los amigos si conozco cuando van a un lugar.
El diseño centrado en las imágenes todavía va a ser más importante, y hay varias novedades más que están tomando forma. Así que lo mejor está por venir, aunque un blog personal nunca va a ser tan importante como una de esas webs para mirar viajes multinacionales, pero esto no lo hago por la competencia, ni por la pasta.
Lo hago por lo que mola. Y cada vez, mola más.