Mi amigo el Francés

¿Sabes ése tipo que le echa a la vida más jeta que tú y no entiendes por qué no puedes? Ése tipo con aire despiestado y que se planta en Asia sin hablar ni papa de nada, es tu amigo el Francés

Pues sí, resulta que no os lo he contado pero después de estar callejeando por Bangkok, acabé en un pequeño restaurante hindú, donde tenían cachimbas para sentarte a fumar. Así que mientras miraba la carta buscando el precio se me acercó un vendedor de Harmanis que había en la esquina -de esos que valen un quinto de lo que valen en Italia, ya sabéis- y me puso un precio para ambas cosas.

Total que lo que iba a ser media hora echando una cachimba y una cerveza se convirtió en una tarde echada con mis amigos los del restaurante charlando sobre sus vidas, la mía y cómo la cosa está muy mal.

En fin, en un momento dado llegó un Francés que chapurreaba tres palabras en Inglés, y poco más. Quería una calculadora porque tenía que echar unas cuentas, a ver cuánto le estaban tangando por ir hasta Koh Pangan -que por lo visto fue un pastón-. El tío se sentó a mi lado, pidió la calculadora a la chica del restaurante, echó sus cuentas, y cuando le dijeron "Quieres algo", el tío, ni corto ni perezoso dijo "No". Y con las mismas da las gracias, se levanta y se va. Menuda tela el colega.

Pero es que no acaba ahí la cosa. Al día siguiente, me le encuentro en el hostel justo al lado de donde tenía que esperar al bus hacia Krabi, tan fresquito él, con su iPad -en su caja- mirando el youtube tirando del Wifi del hotel. "Has dormido aquí?" "No", "Has pagado por el Wifi?" "No, tienen la clave ahí". El tío se había metido ahí al fresco, a esperar el bus igual que yo.

Pero aún hay más. En nuestra ruta hacia donde realmente está el bus -explicaré más de esto en el post de Tonsai Beach- el tipo que nos lleva al bus nos dice que esperemos justo en frente de un bar. Nuestro amigo se sienta en un asiento. Viene el camarero, "Qué quieres?" "Nada, gracias". Y yo ahí ya casi estallo.

Y es que dicen que a la vida hay que echarle jeta, pero hay gente que se la echa por él, y por los que no. Magnífico.

Nos separamos en la parada -real- del bus, donde él iba a Koh Pangan y yo a Krabi. Nunca supe su nombre, pero no olvidaré la jeta dura que le echa a la vida.

Cuadernos de Viaje