¿Vale la pena cocinar en el albergue cuando viajas?

Cocinar en el albergue tiene su lado bueno y su lado malo. Por un lado ahorras, pero por otro sacrificas parte de la experiencia de viajar a un lugar, la experiencia gastronómica. ¿Vale la pena?

Si queremos ahorrar mientras viajamos, una de los gastos que podemos recortar es en alojamiento y comida. Yo soy un gran fan de los albergues como ya he comentado en otras ocasiones, y también un gran fan de cocinar en el hostal en el que me alojo.

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Cocinar en el albergue, y por lo tanto comer en su comedor tiene, como casi todo, su lado bueno y su lado malo.

La principal ventaja que tiene comer en el hostal, aparte de la económica, es principalmente social. Puedes conocer gente mientras cocinas, mientras comes, mientras recoges y mientras friegas, charlar y que te hablen de sitios interesantes que ver o cosas que hacer en el lugar que visitas.

Además puedes dejar tus cosas en tu habitación y luego quedarte tranquilamente un rato planeando lo que hacer más tarde o hablando con la gente. Algunos hostales ahora además tienen bar, y es un buen momento para tomar algo fresco.

Cocinar en el albergue me parece muy interesante principalmente en los sitios y las épocas donde hace mucho calor, porque de ésta forma puedes hacer tiempo mientras pasan las horas más calurosas en la habitación leyendo, por ejemplo, o revisando el correo o lo que te haga falta. Generalmente puedes resguardarte del calor viendo monumentos o tomando algo por ahí, pero significaría añadir mucho gasto o perder mucho tiempo en un mismo sitio -lo cual a veces interesa.

Sin embargo uno de los puntos fuertes de viajar, al menos desde mi punto de vista, es la gastronomía del lugar, que es algo que no puedes disfrutar si cocinas tú mismo -por muy bien detallada que encuentres la receta por internet y por muy buenos que te diga el vendedor que son los ingredientes que te vende.

Además, hacer la compra, cargar con ella hasta el hostal, y cocinarla supone un tiempo bastante valioso que seguramente prefieras invertir en otra cosa. Tampoco puedes olvidarte de limpiar lo que manches -o sí, si eres un poco cerdo y no te importan los demás- y si no llegas el primero a la cocina probablemente tendrás que esperar a que otros viajeros terminen de preparar sus platos antes de que tú puedas prepararte el tuyo.

En general, la mayoría de los hostales con cocina cuentan con una nevera en la que te permiten dejar tu comida en una bolsa mientras pongas la habitación a la que perteneces, por lo que conservarla no tiene por qué ser un problema, aunque siempre puedes dar con gente a quien no le importa qué nombre escribas -generalmente, los mismos que no limpian sus platos, valientes cerdos-.

En resumen, cocinar en el albergue se resume en ahorrar dinero a costa de la experiencia gastronómica. El aspecto social es relativo porque nunca sabes a quién puedes conocer en un restaurante o yendo hacia él.

En mi opinión lo suyo es intentar mezclar la cocina con la gastronomía local. Así no te pierdes ninguna de las dos cosas.

Por último, no olvidéis que siempre es más barato comer fuera que cenar fuera. Y que siempre está la opción de hacerse un bocata, sin perder tiempo en cocinar ni en parar demasiado para comer.

¿Vosotros cocináis, o preferís salir por ahí?

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